Teksty uczniów

TEKSTY UCZENNICY KLASY 1F - MONIKI LIS :)


Zachęcamy do lektury!


Jesienny bal/ Un baile del otoño


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¿Qué está pasando?
¿A dónde van todos estos árboles?
¿A un baile de disfraces,
Al que no me han invitado, de veras?
Oh… ¡no, no!
Esto no me gusta
Tienen el aspecto tan bonito
Que me pongo a envidiarles

“Árbolita”, una mujer–árbol
Se está tomando su tiempo
Ah, cogeré esto y esto y esto... quizá
¡Qué molestas son las mujeres!
“Arbolitas” ya desde el septiembre
Y estoy recalcando
que tenemos el fin de octubre
Ya desde el septiembre se prueban
Los trajes de noche de varios colores
¡Cada vez más diferentes!
¡Cada vez más bonitos!
¡Cada vez más coloridos!
Yo no sé, ¡vaya tela!
En vez de dar la sombra
En vez de dar un poquito de mitigación
¡“Arbolitas” van a engalanarse!
Se volvieron locas

¡Qué bien que yo…
Mujer - un ser humano...
¿Humana?
Ahora no voy a ir a un baile de disfraces
Y que no tengo que tomarme mi tiempo
como ellas.

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Co się dzieje?
Gdzie się wybierają te wszystkie drzewa?
Czyżby na jakiś bal przebierańców,
Na który mnie nie zaproszono?
O nie, nie...
To mi się nie podoba!
Wyglądają tak pięknie,
że aż im zazdroszczę!

Drzewina - drzewo kobieta
Jak każda kobieta
Szykuje się jak sójka za morze
A wezmę jeszcze to
O i może jeszcze tamto
i tamto
Ach te kobiety...
Drzewiny już od września
A podkreślam,
że mamy koniec października
Już od września przymierzają kolorowe suknie
Za każdym razem inne!
Za każdym razem piękniejsze!
Za każdym razem bardziej kolorowe!
No ja nie wiem, co to się porobiło
Zamiast dawać trochę cienia
Jesiennego ukojenia
One się tu stroić będą!
No w głowach im się poprzewracało!

Dobrze, że ja…
Kobieta człowiek
Człowieczyna?
Nie wybieram się na razie
na żaden bal przebierańców
I nie muszę się szykować jak ta sójka za morze


Autor: Monika Lis

http://jakochampisacaty.blogspot.com/2015/10/jesienny-bal-un-baile-del-otono.html


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Me senté en un banco… en un parque. Me senté para pensar... y pensé que estaba sola... pero volví a equivorarme. Cuando estaba a punto de echarme a llorar, ella apareció. No sé de dónde vino... Mis ojos cansados precibieron a ella, a una anciana. Se sentó a mi lado en el banco, sin “buenos días”, sin preguntar... Y empezó a mirar sus manos... Esas manos le habían enseñado a escribir. Le gustaba mirarlas... pero lo hacía con una trizteza que no se podía explicar. ¿Por qué? Se arrepentía que era un hombre sin imaginación... que ya no tenía imaginación infantil. No sabía dibujar un corazón como antes... Nunca ha aprendido a dibujar bien... pero antes podía dibujar los corazones feos... por la imaginación infantil que todo el mundo perderá. Luego tenía que dibujar los corazones perfectos, regulares. Tenía que ordenar su vida. Y ahora ya no sabe dibujar... aunque nunca lo ha aprendido. Como se ve... al sentarse a mi lado no tenía que presentarse. Yo sabía todo lo que era suficiente.


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Una filharmonía de la vida. Sin colaboración… algo no anda bien o anda, pero anda en dirección opuesta. Sin duda... se necesita a un músico y a un director de orquestra. El primero sabe afinar... ¿ Quién sabe? Tal vez también sepa enseñar a afinar. O... quizás nunca revele los secretos de su profesión... no los revele a nadie. Tanto como él que antes aprendió a trabajar con un hierro calentado al rojo vivo. Le respetaban, le admiraban. No todo el mundo sabía confiar en la temperatura alta... porque ahora tampoco no todo el mundo confía en las personas con temperamento. Un hierro y un hombre. Y en cambio un director de orquestra... no suele tener la posibilidad... Simplemente no puede revelar los secretos. En esta gran orquestra el director controla una discusión de voces... de instrumentos como hombres. El director es un mediador... una persona que cuida el orden... que cuida de que todos los hombres - instrumentos afinan. No se debe jugar sucio. No se debe falsear. Tanto como en la vida. La vida en una filharmonía. Una filharmonía de la vida. El mediador no debería ser falso... omitiendo el facto hecho de que todos los hombres fueron creado sobre la base de una pizca de falsedad... tal vez... no sé. Nunca he creado a ningún hombre... Pero es claro que sólo de un hombre depende de que manera aprovecha la tinta de su mantilla.... la mancha... Quizás se necesite a un director de orquestra... a un mediador y a un músico. Quizás se necesite a un amigo... y a un enemigo para el equilibrio. Quizás se necesite... Quizás... porque sólo la muerte puede ser seguramente segura. Y obvio es que la gran necesidad del hombre es la necesidad de conocerse a sí mismo... para morir en paz. Y enemigos, amigos, músicos, mediatores y directores de orquestras? A veces también los necesitamos. Yo pienso así ... pero no lo sé, nunca he creado las necesidades humanas, nunca he creado a nungún hombre.

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Pura casualidad Ella se llamaba Alicia y él era David. Dos personas con caracteres opuestos, dos personas totalmente diferentes. Ella se daba unos aires. Trabajaba como la fiscal. Era decidida, sincera y razonable, la más guapa de todas las mujeres del mundo, pero... se avergonzaba al hablar con los hombres. A decir verdad, no tenía un tipo en buscar su media naranja. ¿Y David? Él era inteligente, cariñoso, sensible y seguro de sí mismo. Se dedicaba al cuidado de los huérfanos, trabajaba en un orfanato. A él le gustaban los mujeres como ella, como Alicia. Y algún día… ¡no, no! Era jueves. El 19 de enero de 2003 se encontaron en el tribunal donde trabajaba Alicia. Ellos... dos personas con caracteres opuestos, dos personas totalmente diferentes... se encontraron por pura casualidad... ella como la ficial y él como un testigo que tenía que confirmar la inocencia de uno de sus pupilos. Alicia y David “chocaron” en un pasillo del tribunal. Ella dijo con voz alta que él no sabía andar, que era un cretino. Y David... se le desorbitaron los ojos. Su corazón nunca antes había latido tan fuerte. Para él fue un flechazo. Empezó a pedir disculpas... y enseguida preguntó abiertamente: ¿Ouedaremos por la tarde? Y dio en el clavo. Ella, vergonzosa... en contra de todos sus principios no le mandó a freír espárragos. Por la tarde fueron a un restaurante y luego dieron un paseo romántico, bajo las estrellas. Como hacía frío… como ella no tenía las guantes, él le cogió de la mano... y se besaron. Todo comenzó de esa manera... por pura casualidad. David y Alicia se casaron. Estaban más contentos que unas castañuelas. ¡Ah, por cierto! Enamorados adoptaron el pupilo inocente de David. Se llamaba Pablo y era su solecito.


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La carrera contra el tiempo En un lugar de una gran ciudad, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hijo único que se llamaba David. Sus padres nacieron con estrella. Todo andaba bien en su vida: la madre era médica y el padre trabajaba de jurista. Tenían una casa bonita, un coche bonito, apenas tenían un perro bonito... toda su vida era bonita. Tenían todo en vez de tiempo para su hijo. He dicho que no quiero acordarme de esa ciudad... es que sí, la recuerdo y no es posible olvidarla. Era una urbe desarrollada en la que el progreso, la tecnología y el trabajo tenían mucha importancia. Era una urbe depravada en la que las relaciones familiares y relaciones interhumanas no existían. La gente tenía mala leche, todo el mundo se llevaba como el perro y el gato. En primer lugar se ponía la rivalidad y, sobre todo, el beneficio. Al decir “la gente”, también pienso en la familia de David. Sus padres trabajaban todos los días. Desgraciadamente los problemas de su hijo, de la oveja negra les importaban un pimiento. El muchacho tenía mucho miedo... o más que miedo. De un tiempo a esa parte David estaba como un flan. Estaba solo, no tenía ni a un amigo, ni a una persona con la que pudiera hablar. Estaba... como si no estuviera. Era un primo, una persona inocente y fácil de engañar. A diario iba a la escuela, volvía a casa, entraba en su habitación y...siempre cerraba la puerta con llave. Cada día pasaba lo mismo, llovía sobre mojado. Aquel día todo se volvió claro como el agua. Era otoño a las seis de la mañana. La vida estaba rodeada de niebla y oscuridad. Llovía muchísimo, llovía a cántaros. Hacía bastante frío... por la lluvia y por el viento. David salió de casa. Iba por la acera y de repente... se paró. Se había olvidado de coger el paraguas pues tenía que dar la vuelta. Al poco rato volvió a salir de casa. Como era habitual en él cerró la puerta con llave y comenzó a seguir todo recto hacia la parada del autobús. Cruzó por el paso de peatones y al poco rato estaba esperando el autobús. Se puso nervioso, tenía manos de manteca. No podía mantener el paraguas, casi lo dejó caer. Se comía el coco, se preocupaba por... sí ¿por qué? Nadíe era capaz de responderlo. Sólo él conocía la razón. Sin embargo nosotros también teníamos que conocerla dentro de un tiempo. David subió al autobús. Todo tenía un aspecto distinto, como siempre bajo el manto de la oscuridad. Las calles se pusieron como una sopa, estaban solas como David... pero en contaste con él, no tenían paraguas y no estaban en el autobús. Las miraban sólo David y las luces... de faroles y de coches que tenían prisa como siempre en esa ciudad desarrollada. Sonó el timbre. David iba por el corredor escolar, se veía que eso estaba chungo para él... y no sin razón, como ocurrirá dentro de un momento. Se dirigió hacia la puerta del cuarto de baño, mirando a su alrededor. Entró en el aseo e... inmediatamente alguien le cogió del cuello. - ¿Ya te has olvidado de nuestro acuerdo? ¿De veras? ¡Eh, tontito... miráme cuando te hablo! – dijo un muchacho cuadrado que tenía unos dos metros de altura. Delante de David se aparecieron dos chicos hechos como un roble, un poco mayores que él. Ambos estaban muy cachas y tenían a David entre ceja y ceja... como si quisieran echar a perderle. David estaba con el agua al cuello. Tenía que decir algo, en caso contrario... sí, por supuesto. - Recuerdo – pero es seguro que prefería no recordarlo – pe...ero... En ese momento alguien le sacó las castañas del fuego... se abrió la puerta del baño. - ¿David? Te estaba buscando. ¿Qué haces aquí? – dijo un chico. Miró a los muchachos sospechosos y se sintió como si fuera un bocazas. - Hablamos luego, ¿no? Detrás de la escuela, ¿todo está claro? – dijo a David con desprecio uno de los chicos de antes. Por fin echó un “ciao” cortito y ambos salieron del baño. - ¿Quiénes eran? ¿Les conoces? – recurrió a David un chico que había entrado antes. - Nadie. ¿Quiénes eran? ¿Y quién era el chico? David no debía de tener amigos. ¿Por qué un chico le estaba buscando? Desgraciadamente nadie estaba sobrado. Sin embargo nadie tenía ningún pelo de tonto: ni un chico, ni nosotros; era obvio que pasaba algo. Cuando David estaba a punto de salir de la escuela, alguien gritó su nombre: - ¡Eh, David! ¿A dónde vas? ¡Iré contigo! – dijo con voz alta un chico del aseo. - A ningún sitio. No hace falta, déjame en paz. Pero era cierto que David iba a ir a un sitio, que había que ir con él y que el chico no le iba a dejar en paz. Entonces andó detrás de David para observar todo lo que iba a ocurrir. Sin embargo llegó demasiado tarde. Los chicos musculados tenían rabia a David. Cuando un chico apareció detrás de la escuela, los tres ya “habían hablado” y los dos se habían puesto a golpear a David. Le magullaban, le pateaban todo el cuerpo. Eso no duró mucho tiempo, porque el chico tomó cartas en el asunto. Y tal vez por meter las narices en asuntos ajenos, David no murió. Cuando los musculados habían visto al chico acercándose a ellos, se fueron corriendo. Sí, David no murió, pero le dolía todo el cuerpo. Estaba tumbando en la tierra y a su lado estaba tumbando el paraguas... quizás su única arma. No podía ir sólo. El chico, que como resultó, se llamaba Antonio le acompañó a casa, en la que estaba sólo el perro bonito. Hablaron y hablaron... hablaron por mucho tiempo. Como David... o mejor sus padres no estaban sin blanca, los chicos musculados empezaron a quitarle el dinero con engaños. Eso duró mucho tiempo: violencia, chantaje, intimidación, manipulación... David solía pasar las noches en blanco, casi no hablaba con la gente, casi no existía. Pasado un tiempo regresaron sus padres... la médica y el jurista. Antonio no se andó por las ramas, ajustó los tiempos y contó todo lo que pasó. Ya sabían todo. No se pusieron a llorar o abrazar a su único hijo. Lejos de eso: se comportaban como si lo conocieran desde hace mucho tiempo. Sólo dijeron: “vamos a trasladarnos y tú vas a cambiar de escuela, todo esto irá a juicio. Ya no pasa nada.” No se puede “luchar contra molinos de viento” como hacía Don Quijote de la Mancha. David ya vive en otro lugar con la misma familia, con el mismo perro. Tiene un amigo que se llama Antonio. Pero nadie puede saber cómo va su vida. La gran ciudad, de cuyo nombre no quiero acordarme debe de seguir desarrollándose. Es posible que allí viva muchos “Davides”, pero no lo podemos saber. No se puede “luchar contra molinos de viento”, pero podemos luchar contra el desarrollo excesivo y la violencia. Y también podemos luchar contra la falta del tiempo... que probablemente no existe. ¡No nos olvidemos de esto!

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Homo viator Me imagino que el hombre es un ser con mochila. Homo viator. La costumbre de tortuga... cubre toda la vida con una casa en su espalda. Recorrió más que cien kilómetros. Todos los días abre los ojos para batir su récord. Todos los días busca un pretexto, una razón, una verdad, una causa. Busca un puzzle sentado a la perfección a biografía de más de 10 años. Y a veces está hecho polvo para recoger un duro que acaba de caer a la tierra. O simplemente no lo recoge por no creer en las supersticiones. En la mochila tiene más que todo. En sus hombros hay una carga pesada más que más, más que mucho. En la mochila tiene unas conchitas recogidas a la orilla del mar; unas piedritas de la orilla del estanque en el jardín de vecinos. Allí también estuvo. En la mochila tiene unos billetes viejos con fechas de aquellos días. Colecciona unos tickets de compra de McDonald. Aunque todos tienen el mismo acpecto, porque siempre pide Caffè latte y sale de allí. Sigue. Y se pierde en tickets propios, en su propia mochila. Entre nuevas y viejas fotos, entre recuerdos... recientes y marchitos. Entre unas miradas de entendimiento, unas miradas inseguras, despectivas, admiradas, curiosas etcétera y etcétera. Entre unas sonrisas verdaderas, unas sonrisas de desprecio y unas sonrisas, que mienten a todo el mundo. Pregonan una verdad falsa que los ojos pueden mentir. No pueden. Homo viator se pierde entre una muchedumbre al que deja entrar en su mochila... como si estuviera su vida. La gente es un gran desordenado, un ser caótico, un antónimo de Homo viator. Entra en la mochila como si fuera su habitación... a veces sin invitación. Está como Perdo por su casa. La gente hace desorden y no limpia. Se atreve? Sí, evidentemente sí. Pero no pasa nada. Las personas son unos pajaritos, que cada invierno van a regiones cálidas. Son libres, no se puede mantenerles en una correa ni en una jaula, ni siquiera en la mochila de Homo viator. Levantan vuelo a la ligera hacia las nubes... ¿y regresan? No. Vuelven sus dobles. Homo viator tiene la mochila contagiada de esperanza; tal vez... hace mucho tiempo la sumergió en un río especial... tanto como lo hizo la madre de Aquiles cuando era pequeño. ¿La mochila tiene un punto flaco? ¿Tal vez exista un talón de mochila? No tengo ni idea. El mundo cavila... ¿cómo lo es posible que en una mochila cabe toda la vida adolescente (es que para la adultez probablemente existe otra mochila)? No lo sé, de verdad. Nunca he encontrado a Homo viator, simplemente me lo imagino de esta manera. Tal vez lo encuentre a diario. Pero a decir verdad no sé si existe.







Prace z literatury napisane przez uczniów sekcji. 

“Los dos reyes y los dos laberintos”

“Los dos reyes y los dos laberintos” es una obra de Jorge Luis Borges que cuenta una historia que tuvo lugar hace muchos, muchos años. El rey de Babilonia ordenó a sus mejores arquitectos a construir un laberinto tan grande y complejo que que nadie conseguía salir de él. Asi fue su sentido del humor y le divertía un montón cuando un hombre entraba y nunca salía.
   Un día en la puerta de su reino se presentó el rey árabe, y para no aburrirle el rey bromista le hizo entrar al laberinto. El pobre huésped se perdió, como todos, pero con la ayuda de Dios logró salir de allí . Estaban todos muy sorprendidos al verle vivo, pero el mismo rey árabe no dijo ni una mala palabra, sino sugirió, al rey de Babilonia que alomejor un díél le enseña su propio laberinto. 
  Se fue a Arabia pero después volvió otra vez a Babilonia con su ejército y destruyó el reino entero, mató a toda la gente e hizo cautivo al rey de Babilonia y volvieron todos a Arabia. Después de tres días de cabalgar le dijo al rey de Babilonia “[...] en Babilonia me quisiste perder en un laberinto [...] ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el míoy le abandonó solo en un desierto de Arabia, donde el bromista murió de hambre y de sed.
KATARZYNA KAMIENIECKA IIF

El final de la Caperucita en Manhattan.



- Me encanta la tarta de fresa. ¿ Quizá pueda probar un poquito? – preguntó el hombre.
- No, es para mi abuela. No la he visto mucho tiempo y mi madre ha hecho la tarta. - respondió Sara.
La mirada del hombre era tan rara que Sara se asustó mucho y quiso huír. Pero no sabía cómo.

- Debo irme, ya es muy tarde – dijo Sara cogiendo la cestita y se levantó del banco.
- No puedes andar sola por Manhattan cuando es tan oscuro. Eso es demasiado peligroso para una chica como tu. Vivo cerca de la casa de tu abuela. Te acompañré por el camino.

La chica quería decir ` no, iré sola ` pero tenía miedo de decirlo al hombre, no sabía por qué.
Cuando iban por el parque en silencio, el hombre dijo:

- Sabes, tienes mucha suerte que tu abuela vive cerca. Seguramente tienes muchos amigos aguí, en Manhattan. Yo no tengo a nadie.

De pronto los temores de Sara se didparon. Ya no tenía miedo, estaba triste. Nunca se sentía sola, no conicía este sentimiento – la soledad. De repente se imaginó la vida llena de dolor y tristeza. Ir por la vida solo le parecía tan horrible que se puso triste y aparecieron lárgimas en sus ojos. Pero levantó la cabeza sonriendo y dijo al hombre:

- Si quieres, podemos visitar a mi abuela juntos. Es muy cariñosa y encantadora. Estará muy feliz.

La sonrisa iluminó el rostro del hombre.

No todo es lo que parece. A veces encontramos a alguien y no sabemos que puede estar tan herido por el destino. La vida es imprevisible y perversa, pero haciendo las cosas pequeñas, a menudo podemos dar a alguien muchísima suerte.
KATARZYNA OGORZAŁA IIF 

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